Acción: Rebelión de las arañas auto convocadas / Recomponer la memoria colectiva / Activar los ecos de las capas subterráneas / Tejer las hebras del presente.
Nos preguntamos por los cruces, las tramas del territorio habitado, interrogando las tramas celulares que tejen nuestra piel, intentamos escuchar sonidos de dialectos que susurran entre las palabras de nuestro idioma, escuchar el ritmo de la labor de las arañas, Estar aquí- mirar-se, DESTEJERSE…
Transitar desde el caballo hasta la catedral, ida y vuelta: medir la distancia con pasos, medirla con una madeja de lana, roja, caminarla en dos pies, sola, de a dos, de a tres, ir a escuchar la plaza, sentarse bajo el caballo, mirar hacia donde él está mirando, contabilizar la distancia en cuatro patas, arrastrándose, corriendo, tratando de abrir–se a la experiencia de habitar distintos cuerpos, girar para marearse y des-centrar la mirada, imaginando ser transeunte extranjerx, Chilenx, Haitianx, Mapuche, animal, ave, fantasma, agua, ser agua, ser de tierra, ser de cemento.
Sabíamos que esas capas de la historia están allí latiendo y sosteniéndonos, sabíamos que otras capas se están depositando, in-corporando, en el presente, podíamos ver sus colores y nos resonaban los ecos de sus rutas migratorias en nuestras propias pisadas, pero, ¿Cómo hacerlas dialogar?
Apareció entonces, la polirritmia del bullicio apurado de la plaza, y la certeza de que para poder escuchar lo profundo, había que detenerse, calmarse, entonces buscamos los susurros de pájaros que ya no están aquí, buscamos el canto del agua, que ya no está aquí, la respiración de cuerpos ausentes en esta capa visible, superficial. Les imaginamos sonando alrededor del caballo de bronce y su capitán, como llamando a un acto de re-inauguración-destejida de la patria, donde emergieran las hebras de lana nativa-milenaria, las de lana poliéster, los retazos de mantas usadas compradas en fardos venidos de lejos, todas las lanas haciéndose presentes, en un gran enredo. Nos parecía que para abrir la trama del presente, había que destejer-nos, entonces nuestra araña mayor, Melita, tejió una manta tricolor, porque blanco, azul y rojo, tres colores son, que los llevo dentro de mi corazón… a fuerza de años de escolarización de muchos de los que ahora transitamos esta plaza, y como queríamos ver los otros colores y los no colores, había que descruzar las fronteras de la nación, de la piel, del idioma.
Dos arañas amigas sostuvieron esa manta, colgando del pecho del caballo de Valdivia y una araña bien fuerte, Lorenza, fue destejiendo mientras pájaros, cantoras, humos, y diversos tambores llamaban al encuentro-transformación del paisaje patrimonial.
Durante los encuentros de estudio e intercambio de ideas que fuimos desarrollando para imaginar juntxs este pasacalle, hablábamos del eje andino que subyace en la plaza de armas, el entramado antiguo de esa otra ciudad sepultada en esta ciudad, como se unían desde la ahora plaza, los caminos de Mapuches, Incas, Españoles, como eran lugar de encuentro y enfrentamiento de diversas culturas, como se miraban desde allí los astros, los cambios de las estaciones, como corría el agua del Mapocho, vertiente fundamental de la vida en este valle, como desde allí se observaba al cerro tutelar, el plomo. Buscando en estos saberes antiguos, en estas otras maneras de leer el espacio/tiempo apareció la gran metáfora del Waman Puma, el cronista, para designar la dualidad masculino / femenino explicada por Silvia Rivera Cusicanqui con la imagen en que aparece el guerrero frente a la tejedora, lo masculino expresado en el acto de establecer fronteras, lo femenino expresado en el acto de construir relaciones interculturales, relaciones con posibles otredades, aparecía la urdimbre versus la trama, y su interdependencia / complementariedad. En otro lugar del texto decía: se dará el día en que una tejedora analfabeta nos enseñe las matemáticas, el ritmo, con las manos y en silencio.
Nosotrxs, preguntándonos como habitar de manera multifocal este presente, queriendo descolonizar-nos, queriendo entrar en el flujo de un pensamiento memorioso que nos permitiera descruzar nuestras propias fronteras cotidianas de sujetxs citadinxs, escuchábamos esas voces que invitaban:
A reconocer sujetos no humanos, como una manera de suspender el antropocentrismo, o sea, ser agua, buscar la voz del agua, reptar como gusanx, ser gusanx traspasando las capas de la piel.
Sentir la mirada de las estrellas, sospechar que el azar no lo es tanto, y que tal vez los encuentros de nuestras vidas son guiados por dibujos que están en el cielo y que nosotros vamos reflejando aquí.
Entender que hay muertos visitándonos y habitándonos, que nos hablan, detenerse a escucharles.
Comprender que el pasado sostiene nuestro estar aquí en el presente y el futuro se nutre de caminos antiguos para querer seguir estando aquí, siendo tramas mixtas, champurrias, manchadas, para desde esta condición ir al encuentro amoroso con las otredades de la plaza, a tejer-des-tejer, a comunicarse con las manos, en la complicidad del juego compartir un universo de sentido, efímero, ser por un rato ¿Comunidad?
Entonces decidimos que bajo el destejido tricolor y bajo las patas de caballo habría dos montones de lanas enredados, lanas rojas con retazos de lanas de otros colores, texturas y orígenes, que además eran el resultados de otros tiempos-tejidos colectivos, en otros lugares con otras personas, o sea unas memorias diversas materializándose en el enredo que estaría allí, latiendo, respirando, arrastrándose, poniéndose de pie, buscando su lugar y cambiando de lugar, preguntando y preguntando-se: ¿cuántas capas subterráneas hay aquí sosteniéndonos el presente?
Cuerpos vivos sosteniendo el peso de la memoria enredada, cuerpos vivos cobijándose en el calor de las mantas, cuerpos corriendo sin ver las fronteras, cruzando fronteras, cuerpos solos, cuerpos que se encuentran, abrazan, bailan, se ayudan a sostener el peso de lo cotidiano, se riñen, se quitan los espacios, se cansan. Cuerpos sedientos que buscan el agua.
Decidimos que el avance del pasacalle tendría estaciones, y nos encontramos con esos mapas antiguos de la ciudad de Santiago, del valle del Mapocho, esos mapas de bronce que están allí mostrando una postal del pasado, donde el río Mapocho es un testigo de otras vidas que nos cuenta con su caudal ausente, y allí nos sentamos, a orillas del río, a cantar, a conjurarlo, a llamarlo, a agradecer.
Avanzando hacia la catedral, nos esperaba nuestra araña mayor tejiendo, tranquila, encima de su manta de colores, tirándonos las hebras, arañiando el presente, ofreciéndonos sus mantas que nos convocaron a girar, los cuerpos danzantes-sonantes y transeúntes se confundieron entre las madejas de lana en un país/red imaginario tejido con hebras de todos los colores, una red que late y habla con las manos de todos los cuerpos que le sostienen, que se cruzan, que se permiten jugar.
¿Qué es esto?
Performance
Acción de arte
Voluntad de ser comunidad
Hablar en pajarÍstico
Un acto super super hippye
La rebelión de las arañas…
Acción: Rebelión de las arañas auto convocadas / Recomponer la memoria colectiva / Activar los ecos de las capas subterráneas / Tejer las hebras del presente.
Nos preguntamos por los cruces, las tramas del territorio habitado, interrogando las tramas celulares que tejen nuestra piel, intentamos escuchar sonidos de dialectos que susurran entre las palabras de nuestro idioma, escuchar el ritmo de la labor de las arañas, Estar aquí- mirar-se, DESTEJERSE…
Transitar desde el caballo hasta la catedral, ida y vuelta: medir la distancia con pasos, medirla con una madeja de lana, roja, caminarla en dos pies, sola, de a dos, de a tres, ir a escuchar la plaza, sentarse bajo el caballo, mirar hacia donde él está mirando, contabilizar la distancia en cuatro patas, arrastrándose, corriendo, tratando de abrir–se a la experiencia de habitar distintos cuerpos, girar para marearse y des-centrar la mirada, imaginando ser transeunte extranjerx, Chilenx, Haitianx, Mapuche, animal, ave, fantasma, agua, ser agua, ser de tierra, ser de cemento.
Sabíamos que esas capas de la historia están allí latiendo y sosteniéndonos, sabíamos que otras capas se están depositando, in-corporando, en el presente, podíamos ver sus colores y nos resonaban los ecos de sus rutas migratorias en nuestras propias pisadas, pero, ¿Cómo hacerlas dialogar?
Apareció entonces, la polirritmia del bullicio apurado de la plaza, y la certeza de que para poder escuchar lo profundo, había que detenerse, calmarse, entonces buscamos los susurros de pájaros que ya no están aquí, buscamos el canto del agua, que ya no está aquí, la respiración de cuerpos ausentes en esta capa visible, superficial. Les imaginamos sonando alrededor del caballo de bronce y su capitán, como llamando a un acto de re-inauguración-destejida de la patria, donde emergieran las hebras de lana nativa-milenaria, las de lana poliéster, los retazos de mantas usadas compradas en fardos venidos de lejos, todas las lanas haciéndose presentes, en un gran enredo. Nos parecía que para abrir la trama del presente, había que destejer-nos, entonces nuestra araña mayor, Melita, tejió una manta tricolor, porque blanco, azul y rojo, tres colores son, que los llevo dentro de mi corazón… a fuerza de años de escolarización de muchos de los que ahora transitamos esta plaza, y como queríamos ver los otros colores y los no colores, había que descruzar las fronteras de la nación, de la piel, del idioma.
Dos arañas amigas sostuvieron esa manta, colgando del pecho del caballo de Valdivia y una araña bien fuerte, Lorenza, fue destejiendo mientras pájaros, cantoras, humos, y diversos tambores llamaban al encuentro-transformación del paisaje patrimonial.
Durante los encuentros de estudio e intercambio de ideas que fuimos desarrollando para imaginar juntxs este pasacalle, hablábamos del eje andino que subyace en la plaza de armas, el entramado antiguo de esa otra ciudad sepultada en esta ciudad, como se unían desde la ahora plaza, los caminos de Mapuches, Incas, Españoles, como eran lugar de encuentro y enfrentamiento de diversas culturas, como se miraban desde allí los astros, los cambios de las estaciones, como corría el agua del Mapocho, vertiente fundamental de la vida en este valle, como desde allí se observaba al cerro tutelar, el plomo. Buscando en estos saberes antiguos, en estas otras maneras de leer el espacio/tiempo apareció la gran metáfora del Waman Puma, el cronista, para designar la dualidad masculino / femenino explicada por Silvia Rivera Cusicanqui con la imagen en que aparece el guerrero frente a la tejedora, lo masculino expresado en el acto de establecer fronteras, lo femenino expresado en el acto de construir relaciones interculturales, relaciones con posibles otredades, aparecía la urdimbre versus la trama, y su interdependencia / complementariedad. En otro lugar del texto decía: se dará el día en que una tejedora analfabeta nos enseñe las matemáticas, el ritmo, con las manos y en silencio.
Nosotrxs, preguntándonos como habitar de manera multifocal este presente, queriendo descolonizar-nos, queriendo entrar en el flujo de un pensamiento memorioso que nos permitiera descruzar nuestras propias fronteras cotidianas de sujetxs citadinxs, escuchábamos esas voces que invitaban:
A reconocer sujetos no humanos, como una manera de suspender el antropocentrismo, o sea, ser agua, buscar la voz del agua, reptar como gusanx, ser gusanx traspasando las capas de la piel.
Sentir la mirada de las estrellas, sospechar que el azar no lo es tanto, y que tal vez los encuentros de nuestras vidas son guiados por dibujos que están en el cielo y que nosotros vamos reflejando aquí.
Entender que hay muertos visitándonos y habitándonos, que nos hablan, detenerse a escucharles.
Comprender que el pasado sostiene nuestro estar aquí en el presente y el futuro se nutre de caminos antiguos para querer seguir estando aquí, siendo tramas mixtas, champurrias, manchadas, para desde esta condición ir al encuentro amoroso con las otredades de la plaza, a tejer-des-tejer, a comunicarse con las manos, en la complicidad del juego compartir un universo de sentido, efímero, ser por un rato ¿Comunidad?
Entonces decidimos que bajo el destejido tricolor y bajo las patas de caballo habría dos montones de lanas enredados, lanas rojas con retazos de lanas de otros colores, texturas y orígenes, que además eran el resultados de otros tiempos-tejidos colectivos, en otros lugares con otras personas, o sea unas memorias diversas materializándose en el enredo que estaría allí, latiendo, respirando, arrastrándose, poniéndose de pie, buscando su lugar y cambiando de lugar, preguntando y preguntando-se: ¿cuántas capas subterráneas hay aquí sosteniéndonos el presente?
Cuerpos vivos sosteniendo el peso de la memoria enredada, cuerpos vivos cobijándose en el calor de las mantas, cuerpos corriendo sin ver las fronteras, cruzando fronteras, cuerpos solos, cuerpos que se encuentran, abrazan, bailan, se ayudan a sostener el peso de lo cotidiano, se riñen, se quitan los espacios, se cansan. Cuerpos sedientos que buscan el agua.
Decidimos que el avance del pasacalle tendría estaciones, y nos encontramos con esos mapas antiguos de la ciudad de Santiago, del valle del Mapocho, esos mapas de bronce que están allí mostrando una postal del pasado, donde el río Mapocho es un testigo de otras vidas que nos cuenta con su caudal ausente, y allí nos sentamos, a orillas del río, a cantar, a conjurarlo, a llamarlo, a agradecer.
Avanzando hacia la catedral, nos esperaba nuestra araña mayor tejiendo, tranquila, encima de su manta de colores, tirándonos las hebras, arañiando el presente, ofreciéndonos sus mantas que nos convocaron a girar, los cuerpos danzantes-sonantes y transeúntes se confundieron entre las madejas de lana en un país/red imaginario tejido con hebras de todos los colores, una red que late y habla con las manos de todos los cuerpos que le sostienen, que se cruzan, que se permiten jugar.
¿Qué es esto?
Performance
Acción de arte
Voluntad de ser comunidad
Hablar en pajarÍstico
Un acto super super hippye
La rebelión de las arañas…